En
1.844, el Ingeniero Jefe del Cuerpo de Ingenieros de Caminos,
D. Juan Subercasse, emitió un informe abogando por un ancho,
para nuestras vías de tren, mayor que los 1,44 metros que ya
eran los oficiales de Francia y la mayoría de las naciones
europeas. Subercasse propuso los seis pies castellanos, 1,67
metros, como ancho para las vías españolas.
Subercasse
se basó en la necesidad de calderas mayores para comunicar
mayor potencia de calentamiento con objeto de superar las
rampas propias de la orografía española.
El
razonamiento de Subercasse era poco acertado por dos
razones:
1.
La mayor potencia requería
fundamentalmente mayor presión en la caldera,
cosa que iría aumentando rápidamente en esos años, con
una mejora enorme de la tecnología.
2.
La mayor fuerza de tracción
requería mayor peso por eje,
para lo cual la anchura no era requisito fundamental.
La
razón que se dio en el extranjero, desmentida por el
gobierno español, fue que se
quería evitar una invasión francesa que hiciera uso del
ferrocarril. La intervención
del Duque de Angulema con
los Cien Mil Hijos de San Luis, en 1823, estaba aún muy
reciente.
La
eficacia militar del tren en aquellos días puede medirse por
los siguientes datos: Trasladar
un regimiento de Madrid a Bilbao requería un mes en la Guerra
carlista de 1835, y apenas dos días en 1874. |