Al
estudiar la evolución económica de los últimos doscientos
años, se aprecia claramente la existencia de seis grandes
fases de actividad, que están íntimamente ligadas a la
aparición de nuevas tecnologías.
La
primera de ellas fue el vapor,
y en cuanto a su repercusión económica, fue la industria textil
donde primero se apreció. En España, Barcelona y su comarca
experimentaron el mayor crecimiento económico durante el siglo
XIX gracias a ella.
El
ferrocarril constituyó la segunda tecnología
de honda repercusión económica, que además dio enorme
protagonismo a la banca internacional para su financiación.
La electricidad
marca la tercera fase,
con aplicaciones tan diversas como el alumbrado público y
privado, los motores eléctricos o la radio y la televisión.
El
automóvil es el protagonista de la cuarta fase,
con decenas de industrias que giran a su alrededor, y una
proyección social que ha afectado en profundidad al modo de
desarrollarse la vida en nuestra sociedad.
Las
industrias químicas son las protagonistas de la quinta fase,
con su aplicación a la energía, el petróleo y tantas otras
ramas.
Por
último, la electrónica, en la sexta fase.
El momento que estamos viviendo, caracterizado por una renovación
tecnológica de vértigo y las más diversas aplicaciones
prácticas del llamado "mundo digital".
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